domingo, 1 de marzo de 2015

Publicado en XL como encajar a los alumnos TDAH

Mi cabeza es como si tuviera mil pies".Con esta frase describió cómo se sentía, hace ya mucho tiempo, un pequeño de apenas siete años a su psicopedagoga. Tras el correspondiente análisis, el diagnóstico de la doctora Isabel Orjales Villar fue claro: tenía un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Aquel pequeño se llamaba y se llama José Antonio Madrid y tiene en la actualidad 23 años. «Efectivamente, parecía que mi cabeza tuviera mil pies. ¡Era un terremoto!», afirma hoy. «Ahora está en su sitio. Eso sí, mi esfuerzo me ha costado... y me sigue costando. Cuando tienes TDAH, nunca puedes bajar la guardia». José Antonio está orgulloso. Estudia tercer curso de Magisterio Infantil y quiere especializarse en Educación Especial. Las estadísticas contribuyen a explicar su satisfacción: este trastorno neurológico es el responsable de un 20 o un 25 por ciento de los casos de fracaso escolar en España.
Entre aquella lejana visita a la psicopedagoga y la actualidad, José Antonio ha atravesado toda una vida escolar en la que ha vivido situaciones de todo tipo. Desde profesores que no sabían de qué les estaban hablando cuando mencionaban estas siglas hasta otros los menos, dice él que han estado dispuestos a hacer un esfuerzo extra por llevar su aprendizaje a buen término. Todavía hoy mienta a estos 'ángeles' con nombres y apellidos. Y también rememora otros momentos duros. Con compañeros que lo miraban raro o lo criticaban si sentían que el profesor que se implicaba más de lo habitual le estaba dando un trato de favor. «Hoy, me los encuentro en la universidad y nos saludamos tranquilamente. Eso son cosas de críos». Con una tasa de incidencia que ronda el 5 por ciento (algunos estudios lo elevan hasta el 10 o incluso el 20 por ciento), en cada clase de 30 estudiantes nos encontraríamos con uno o dos casos de media. No se trata pues de un problema menor... Aunque sí muy desconocido todavía. Un paso adelante se ha producido con la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), más conocida como ley Wert. Su aplicación progresiva empezó el pasado mes de septiembre, con algunos cursos de primaria. En junio se podrán ver sus primeros resultados.
«Este reconocimiento legal de las necesidades educativas especiales de los menores con TDAH ha sido una de las reivindicaciones de nuestra federación», explica Fulgencio Madrid, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (Feaadah) y padre de José Antonio Madrid. «Pero el desarrollo de esta ley sigue correspondiendo a cada comunidad autónoma, y aquí todavía seguimos viendo muchas diferencias entre regiones».En algunos casos, como en Murcia o Navarra, sostiene, se están haciendo las cosas bien, pero falta mucho camino por recorrer. Fulgencio echa de menos unos protocolos claros que conecten a los familiares con el sistema de salud y el sistema educativo. Y echa de menos mayor flexibilidad: «La ley dice que los chavales deben tener unos conocimientos para obtener su título. Pero ¿qué importa que lo manifiesten de un modo u otro? Si a un chaval le cuesta más escribir a mano, ¿por qué no dejarle hacer un examen con ordenador? O si vemos que por escrito no demuestra todos los conocimientos que realmente ha adquirido con mucho más esfuerzo que sus compañeros, ¿por qué no permitirle que haga una prueba oral?».
Antonio Nieva Martínez es orientador educativo del colegio Sagrado Corazón de Chamartín (Madrid), un centro concertado que se distingue por ofrecer una educación inclusiva para alumnos con necesidades especiales. «Nosotros tenemos una serie de pautas estipuladas, refrendadas por los especialistas, que aplican los profesores y los tutores a los alumnos». Por ejemplo: además de proporcionarles más tiempo en los exámenes, es importante presentarles el texto de las preguntas de una manera visualmente estructurada para ayudarlos en la lectura y la comprensión. «Además, a última hora del día, el tutor o profesor hace un seguimiento para ver si ha anotado las tareas del día y si lleva todo lo necesario para hacer los ejercicios en casa... En ocasiones, les asignamos un compañero que los ayuda en estas tareas de acompañamiento». Sobre la ley Wert, concluye: «Es muy útil porque sabemos que hay que aplicar a estos alumnos unas medidas de adaptación que son obligatorias. Pero al mismo tiempo pone toda la responsabilidad en el profesor y en el tutor. Hay una imposición por ley para atenderlos, y eso es positivo; pero al mismo tiempo no se dan los medios necesarios. Faltan recursos».
Falta de atención, dificultad para seguir las instrucciones hasta el final o para organizarse, distracción y facilidad para perder las cosas u olvidar las tareas diarias. Dificultad para permanecer sentado y para estar quieto mueve o retuerce las manos o los pies, corre, habla en exceso y responde antes de que se haya terminado de formular la pregunta, interrumpe... Con estas palabras define los posibles síntomas del TDAH el Manual estadístico y de diagnóstico de los trastornos mentales (abreviado como DSM-5, porque va por su quinta edición, es algo así como la biblia para los profesionales de la salud mental), que reconoce tres tipos distintos de TDAH: el tipo predominantemente inatento, el tipo predominantemente inactivo impulsivo y el combinado.«Hay tres características muy singulares resume la doctora Carmen Moreno, que trabaja en la Unidad de Adolescentes del Departamento de Psiquiatría del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, aunque no tienen por qué darse las tres en cada paciente. Una es la hiperactividad, parece que tienen el motor puesto. Otra es que son muy impulsivos y les cuesta inhibir determinadas respuestas: acaban diciendo lo primero que se les pasa por la cabeza. Y, por último, les cuesta sostener la atención en el tiempo». 
Esta especialista, que asegura que una detección precoz es fundamental «para no acabar colgándole a un pequeño de 11 años la etiqueta de niño con trastorno de conducta», pone el acento en las consecuencias que tiene para la autoestima. «Imagínate a una persona con estas características en clase: aunque no tenga mala intención, acaba siendo disruptivo. Molesta a sus compañeros y puede terminar granjeándose su enemistad. A menudo presenta muchas dificultades en el ámbito social, en clase, pero también en el patio, en actividades menos académicas». ¿Solución? «Los colegios necesitan darse cuenta de que es una situación relativamente frecuente y de que puede haber muchas mejorías si se hacen pequeñas adaptaciones».
Steve Jobs, Tom Cruise, Michael Phelps o Richard Branson fundador de la aerolínea Virgin son algunos de los rostros conocidos afectados por este trastorno. O el psiquiatra Luis Rojas Marcos, quien, aunque sin diagnóstico, también atravesó su periodo escolar en Sevilla con TDAH. Ha recordado en alguna ocasión cómo empezó a suspender a los 9 o 10 años. Hasta que a los 14 suspendió todo. «Te preguntas: 'Qué me pasa, por qué soy así'. Pero el tema de la impulsividad y la falta de atención no se conocía: se te veía como a un niño que no quería funcionar».Hoy sabemos que no es eso. Su trastorno tiene un nombre, unas causas neurológicas y unas pautas de comportamiento en casa y en el aula. Uno de los mayores especialistas en el tema, el neurólogo norteamericano Russell Barkley, es tajante: «No se puede negar la intervención porque sea cara. Más caro es no hacer nada. El fracaso escolar resulta enormemente costoso para la sociedad. Se recaudarán menos impuestos relacionados con estos futuros trabajadores, que tendrán peores trabajos, peores sueldos y serán más gravosos para la sanidad».

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